Desde el monte Sinaí, Dios estableció claramente su posición frente a la idolatría: Él es el único digno de ser adorado. No hay espacio para otros dioses, ni para sustitutos, ni para figuras representativas.
Desde el monte Sinaí, Dios estableció claramente su posición frente a la idolatría: Él es el único digno de ser adorado. No hay espacio para otros dioses, ni para sustitutos, ni para figuras representativas.