En el vasto panorama teológico cristiano, las doctrinas sobre la naturaleza y la revelación de Dios ocupan un lugar central e irremplazable. La comprensión de quién es Dios y cómo se revela a la humanidad moldea nuestra fe y nuestra relación con lo divino. A través de los siglos. Los creyentes han buscado descifrar la esencia misma de Dios, explorando sus atributos y su manera de relacionarse con su creación. En este estudio, nos sumergimos en las profundidades de la revelación divina y la naturaleza trinitaria de Dios.
Los términos bíblicos y clásicos de la tradición teológica cristiana revelan a Dios como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; un Dios trino. Dios es santo, y toda maldad atenta contra su santidad. Él es Dios de verdad; no puede engañar ni ser engañado. Dios es eterno; no tiene principio ni fin. Dios es todopoderoso, omnisciente y omnipresente. Trabaja a favor del ser humano por iniciativa propia. Es misericordioso, es amor, es vida y único. Dios es Dios de todos los pueblos y los invita a responderle afirmativamente y a servirle.
Dios es el Creador del universo y de los seres humanos; no se aparta del universo que ha creado, y continúa interesado profundamente en él. Dios es espíritu, y por lo tanto, no tiene limitaciones de naturaleza física. Él es eterno; planeó el universo para llevar a cabo su sabio y buen propósito; hizo el universo que es gobernado por leyes que le son inherentes y el mundo animal que es guiado por los instintos.”
La Trinidad Revelada
Desde los tiempos bíblicos hasta la tradición teológica más contemporánea. La imagen de Dios como Trinidad se ha mantenido como uno de los pilares fundamentales de la fe cristiana. En la Sagrada Escritura, se nos presenta a Dios como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Una comunión de personas divinas inseparable e indivisible.
Dios, en su naturaleza trina, es la fuente misma de toda existencia y significado. Es santo en su esencia, y toda maldad es incompatible con su santidad absoluta. Como Dios de verdad, no puede ser engañado ni engañar a nadie. Su eternidad se manifiesta en su existencia sin principio ni fin, trascendiendo las limitaciones del tiempo y el espacio. Es todopoderoso, omnisciente y omnipresente, trabajando constantemente en favor de la humanidad por su propia iniciativa amorosa.
La misericordia y el amor de Dios son insondables; son la esencia misma de su ser. Él es el Dios de todos los pueblos, extendiendo su invitación a todos para que respondan afirmativamente y lo sirvan con devoción. Como Creador del universo y de la humanidad, no está separado de su creación, sino que continúa interesado profundamente en ella, manteniendo un cuidado constante sobre cada aspecto de su obra.
Dios Nuestro creador: “Génesis 1: 26 -30”
26 Y vio Dios que era bueno. Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal 27 que se arrastra sobre la tierra. _Y creó Dios al hombre a su 28 imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. _Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre 29 la tierra. _Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en 30 que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.

La Creación y la Manifestación Divina
La creación misma es el testimonio más elocuente de la grandeza y el poder de Dios. Él formó el universo con sabiduría y amor, estableciendo leyes y principios que gobiernan su funcionamiento. En su infinita bondad, diseñó al ser humano como la culminación de su creación, dotándolo de inteligencia y conciencia para que pueda participar conscientemente en su plan divino.
El, como espíritu eterno, trasciende las limitaciones de la realidad física. Su presencia llena todo el universo, y su poder se manifiesta en la majestuosidad de la creación. A través de la historia, Dios se revela de manera progresiva, revelando su voluntad y propósito a la humanidad a lo largo del tiempo. Sin embargo, la máxima expresión de su revelación se encuentra en Jesucristo. Quien encarna la plenitud del amor y la misericordia divinos.
En cada aspecto de la creación, vemos la huella indeleble de la sabiduría y el poder de Dios. Desde la vastedad del cosmos hasta la complejidad del ser humano, todo lleva el sello distintivo del Creador. Aunque a veces parezca que Dios está ausente, su presencia permea cada rincón del universo. Ofreciendo consuelo y esperanza incluso en los momentos más oscuros.
“Creó al ser humano para ser guiado por la inteligencia y la conciencia iluminada por la gracia divina. Dios manifiesta su poder y sabiduría en la creación. Dios se revela en la historia de manera progresiva y actúa libremente por sí mismo, a través de la creación y a través de los seres humanos. La revelación máxima de Dios se da en Jesucristo, a través de la cual la humanidad disfruta de su misericordia y su amor. No hay lugar alguno del cual Dios esté ausente. Las personas aún en la desesperación nunca pueden escapar a la presencia de Dios la cual puede ser experimentada como una presencia persona”

La Experiencia de la Presencia Divina de Dios
Para aquellos que buscan sinceramente a Dios, su presencia se manifiesta de manera tangible en sus vidas. Aunque las circunstancias puedan ser adversas y las pruebas abrumadoras, nunca estamos solos. La presencia de nuestro creador es una realidad constante, una fuente inagotable de fortaleza y consuelo en medio de las tormentas de la vida.
En momentos de desesperación y dolor, podemos encontrar consuelo en la certeza de que el está con nosotros. Su amor nos rodea como un manto protector, y su gracia nos sostiene en los momentos de mayor necesidad. No importa cuán lejos podamos sentirnos de Él, nunca estamos fuera de su alcance. Su presencia está siempre disponible, esperando ser recibida con corazones abiertos y humildes.
Conclusión:
Las doctrinas fundamentales sobre la revelación y la naturaleza de Dios nos invitan a profundizar en nuestra comprensión de lo divino. A través de la Trinidad revelada, experimentamos el amor incondicional y la gracia infinita de nuestro Creador. Que podamos abrir nuestros corazones a la presencia transformadora de el. Permitiendo que su luz ilumine cada aspecto de nuestras vidas. Que su nombre sea glorificado por siempre y para siempre. Amén.